El camino de la paradoja es el camino de la verdad. Para probar la verdad de las cosas hay que verlas en la cuerda floja. Cuando las verdades se hacen acróbatas, entonces

Podemos juzgarlas. -O. Wilde

miércoles, 24 de marzo de 2010

Argentina: trasnacionales y campesinos en disputa por la tierra por Darío Aranda


Más de 5 millones de hectáreas se encuentran en disputa entre empresas, apoyadas por el gobierno argentino y pueblos campesinos e indígenas. Más de 600 mil personas han sido afectadas por decenas de conflictos, los cuales pueden resumirse en uno solo: la posesión de los recursos naturales de una de las regiones más ricas del continente

Buenos Aires, Argentina. A medida que avanzan en Argentina las distintas industrias extractivas (petróleo, minería, monocultivos industriales) se incrementan como respuesta la organización de las comunidades rurales y pequeños pueblos, que resisten el avance empresarial.

Un relevamiento de conflictos territoriales y ambientales sobre seis provincias del noreste argentino confirma esta situación, cuantifica la magnitud del fenómeno y aporta datos inéditos: 5 millones de hectáreas en disputa, casi 600 mil personas afectadas confirman que el sector privado y estatal son los principales opositores a los campesinos e indígenas, un espectro rural silenciado y ubicado en las antípodas de la Mesa de Enlace.

El trabajo, que coincide con otro realizado por la Cátedra Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) de Sostenibilidad de la Universidad Politécnica de Cataluña, reveló que la mayor conflictividad comenzó en la década de 1990, de la mano del avance de la soya sobre el norte del país.

“Conflictos sobre tenencia de la tierra y medio ambiente en la región del Chaco argentino” es el título del relevamiento de la Red Agroforestal Chaco Argentina (Redaf), integrada por un colectivo de organizaciones, académicos y técnicos de distintas disciplinas. Identificaron 120 conflictos, de los cuales ya fueron procesados hasta el momento 52 casos (el 43 por ciento).

Los datos son contundentes: 600 mil personas, mayoritariamente campesinos e indígenas, de las provincias de Salta, Formosa, Santiago del Estero, Chaco, Córdoba y norte de Santa Fe, están afectadas por conflictos territoriales y ambientales.

“Una superficie y población que prácticamente equivalen a la provincia de Jujuy son las que actualmente se encuentran afectadas por conflictos de tierra o medio ambiente en la región chaqueña argentina”, compara el informe y destaca que más de la mitad de los conflictos (63 por ciento) comenzaron a partir de 2000, época en que se inició la expansión de la frontera agropecuaria en el noreste argentino. También subraya que en el 95 por ciento de los conflictos tienen protagonismo organizaciones de base y la articulación de comunidades.

La región del Chaco Americano (incluye el norte argentino y zonas de Paraguay y Bolivia) es, luego del Amazonas, el área más rica en biodiversidad. También es la zona con los índices de pobreza más altos del país. Las familias campesinas e indígenas enfrentan en sus conflictos al Estado (52 por ciento), empresas y personas físicas (44 por ciento), Estado junto a empresas, organizaciones no gubernamentales e iglesias (4 por ciento).

La gran mayoría (70 por ciento) de las familias y comunidades afectadas responsabiliza al Estado por su situación de conflicto, sobre todo por la falta de títulos de propiedad, donde los afectados sienten falta de voluntad política o negligencia y demoras de parte de la dirigencia para resolver la situación. También cargan contra el Poder Judicial, que en la opinión de los afectados realiza una interpretación sesgada del Código Civil, que suele favorecer a quien tiene los dudosos títulos de propiedad y no a quienes tienen la posesión de las tierras.

“En los últimos años, amplias zonas del noreste y del noroeste argentinos se sumaron a la producción de oleaginosas, especialmente soya, y fueron incorporadas de este modo al esquema modernizante de agricultura pampeana. Para lo cual se arrasaron decenas de miles de hectáreas de monte, se eliminaron cultivos tradicionales, se cambió el destino de terrenos dedicados a la ganadería y se modificó la estructura de tenencia de la tierra”, afirma el relevamiento. Destaca que “la modernización agrícola agravó el deterioro de los ecosistemas, empeoró las condiciones de vida y aceleró las migraciones de pequeños productores.”

Se identificaron 14 casos de conflictos ambientales, de los cuales, el 72 por ciento se inició a partir de 2000. El 36 por ciento se debe a deforestación (para realizar obras de infraestructura o habilitar campos para siembra), el 29 por ciento, por contaminación (uso de agrotóxicos, desechos industriales y canales que provocan deterioro del medio ambiente); el 14 por ciento, a obras de infraestructura, y el otro 14 por ciento es preventivo (por amenazas de contaminación y deforestación).

Las contrapartes en las disputas ambientales son el Estado (79 por ciento) y empresas (21 por ciento). A diferencia de los conflictos de tierra, los conflictos ambientales afectan a la población en general, no sólo a criollos y aborígenes.

El informe resalta los casos de conflictos medioambientales causados por obras públicas. Aunque no son la causa mayoritaria, afectan a ecosistemas importantes de la región: Bañado la Estrella, en Formosa y los Bajos Submeridionales, en Santa Fe, que involucran extensas superficies y gran cantidad de población. “Las obras provocan cambios en su dinámica natural, inundaciones, sequías, desertificación, deforestación y pérdida de biodiversidad”, explica.

El relevamiento de la Redaf señala la existencia de dos factores que imposibilitan las políticas de desarrollo de las comunidades campesinas e indígenas: la precariedad en la tenencia de la tierra y los daños ambientales provocados por la acelerada expansión de la frontera agrícola.

El trabajo recuerda que en Argentina, el 80 por ciento de la población vive en ciudades de más de 100 mil habitantes y asegura que “no hay voluntad política o no se visualizan políticas públicas” que consideren la permanencia de la población rural en sus tierras.

DaríoAranda


Extraído de RedVoltaire



domingo, 14 de marzo de 2010

Arriando la bandera social






Ha llegado la hora de evolucionar, la bandera social ya no representa en exclusividad a los ciudadanos occidentales, ha concluido su imperio, se agota su influencia, deja de estar de moda. Con la misma perplejidad que algunos cristianos viejos contemplaron a Darwin, Nietzsche o Freud en sus argumentos, a Voltaire en su deísmo, a Marx en su socialismo, serán leídas estas palabras por la inmensa mayoría y fundamentalmente por los apóstoles de la doctrina social. ¿Cómo este hereje se atreve a ofender el fundamento de nuestra coexistencia colectiva?. Sencillamente porque la realidad no es exclusivamente lo que nos muestran los detentadores, mi obligación racional es mostrarla, demostrar mi refutación de lo social.

En las últimas décadas del siglo pasado, lo social como categoría hegemónica de juicio, como criterio supremo de valoración, invadió la realidad; en los años sesenta del pasado siglo lo social era un arma cargada de futuro, la revolución del 68 fue social, la caída del muro de Berlín fue social, la devastación del imperio soviético fue social, y social fue el nacimiento confederal de Europa. Las cosas eran buenas si eran sociales, malas en caso contrario, lo mejor era lo social.

¿Pero qué es lo social?

Acelerada la realidad en las últimas décadas del siglo pasado, gracias a la invasión del espacio público por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, las sociedades occidentales no se han detenido a reflexionar sobre sus fundamentos. Se ha aceptado que el desiderátum colectivo era sin duda lo social, se ha asumido su imperio sobre cualquier otra condición del ser humano. Pero lo social, en su exclusividad paradigmática, es tan pernicioso para nuestra civilización como lo ha sido cualquier mitología que excluya la razón de sus presupuestos. La nueva verdad revelada se ha apoderado del mundo, como lo hizo el cristianismo tras Agustín de Hipona.

Verán ustedes, lo social no es nada, o mejor dicho, es un invento que ha resultado muy rentable para los políticos que han tenido que gobernar tras la rebelión de las masas. Sin duda, lo social no es el acmé de la civilización, ni mucho menos. Más bien es una nueva alienación del ser humano, que lo ha invadido todo. La utilización de la propaganda con fines de dominación política por parte del socialismo post marxista ha encontrado en lo social su auténtico canal de expresión, proyección ideológica, y proselitismo. La propaganda ha funcionado.

Cuando un ser humano nace no es social, es hijo de su padre y de su madre, oriundo de su localidad, ciudadano de su país, pero el sistema le atrapa de inmediato para convertirlo en uno de los suyos haciéndolo social, se le hace social para conveniencia del poder, se le concede una identidad pública etiquetada y preparada para la indexación, le guía por un camino determinado a través de la educación, le convierte en un ciudadano que en reunión con los demás ciudadanos forma una sociedad, que a la larga termina siendo sierva de un Estado (cuando tendría que ser al contrario). La sociedad es el sujeto de referencia político, tras la alienación y anomia de los seres humanos en su disolución como entidades individuales y diversas. Lo social es tan importante para los occidentales como puede serlo el Islam para los musulmanes, al fin y al cabo, una creencia más, y nada más que una creencia.

Nuestra civilización padece un sociocentrismo fanático. El profesor Gustavo Bueno en su última obra (“El fundamentalismo democrático") y en todas las anteriores, nos ha advertido sobre lo pernicioso del término reiteradamente. España, es sin duda, uno de los países que más ha sufrido los efectos del adoctrinamiento colectivo y que en estos momentos se encuentra más perjudicada por su agresión, porque lo social no deja de ser una nueva alienación del ser humano, una nueva anomia de la identidad humana, una violencia ejercida desde el poder político contra los seres humanos. Parece que los españoles estamos obligados por decreto a ser exclusivamente sociales o en su defecto, unos psicópatas, que extraordinaria extravagancia.

El fanatismo del sociocentrismo

Lo social es un mito-timo urdido por los políticos para controlar de forma feudal a las masas desde el Estado. En nuestro país, lo social es una religión de obligado cumplimiento, tiene su propia jerarquía eclesiástica de sabios reconocidos –Savater, Marina, Tezanos, ...-, todo el dinero invertido en su promoción desde la Administración socialista, unos medios de comunicación que viven cómodos de las subvenciones haciendo omisión de la verdad, una legión de proselitistas aupada con dinero público a todas las instituciones y una población mantenida en unos niveles de ignorancia y opresión singulares, para que los privilegios de los nuevos profetas de la única verdad puedan seguir manteniendo sus posición aventajada sobre todos los demás. Lo social es un argumento de privación de derechos fundamentales, en aras de lo social se han cometido numerosos crímenes contra la razón, la democracia, la justicia, la igualdad y la libertad. En definitiva, enarbolando la bandera de lo social, paradójicamente, se ha perjudicado a la sociedad en su totalidad, para beneficiar a determinados sectores de la sociedad, los nuevos privilegiados.

Lo social asfixia la libertad, no hay nada parecido a una libertad social, pero ya tenemos democracia social, justicia social, bienestar social. ¿No se dan cuenta ustedes de que lo social se ha apropiado de todo lo demás?.

Lo social ha desplazado a la razón, porque también existe una razón social, para justificar la irracionalidad, por una razón exclusivamente social tenemos en La Moncloa a un personaje tan sugerente como el Presidente Rodríguez Zapatero y toda su corte de bienhechores sociales alzados a la política. ¿Y qué me dicen ustedes de los sindicatos, que aún imbuidos de su baja representatividad real, determinan el horizonte de nuestro futuro porque se autodenominan “los representantes sociales”?

Por interés social, los seres humanos hemos dejado de tener nombre e identidad propia, todos somos uno más de los muchos más que forman la sociedad, todos iguales, como clones. La pluralidad realmente existente de los seres humanos se subsume y deaparece en lo social, agujero negro de todas las identidades humanas. Así nos reconocen como usuarios de los servicios, contribuyentes del estado, votantes de los partidos, consumidores y productores del mercado. Etiquetas de identidad colectiva genérica para anular las identidades individuales distintivas.

Lo social es una creencia, que aprovecha el declive religioso del cristianismo y el auge de las religiones musulmanas tras la inmigración, para terciar entre ellas y alzarse con el poder, en puro sincretismo, aboliendo cualquier otra creencia de forma totalitaria. Lo social es antídoto de la democracia, no puede existir una democracia social, y mucho menos, como ocurre en nuestro país, una democracia social que someta a la Ley y no se someta a ella. Si dos sujetos no tienen razón y no cumplen la ley, pueden prevalecer en nuestro país sobre un sujeto que cumpla la ley y tenga razón, gracias a lo social. El bienestar social será el de dos contra uno, por tanto, por pura y dura violencia de la mayoría, someterán al ciudadano racional y legal, a su irracionalidad e ilegalidad, gracias al interés social, algo que siempre es interpretado desde el poder, no emergente de los ciudadanos atrapados en lo social.

Si queremos que nuestra sociedad avance, porque la sociedad sí existe, no debemos reducirla a su exclusiva vertiente social, abstracción susceptible a todas las interpretaciones arbitrarias y acciones irracionales por parte del poder, estamos definitivamente obligados a arriar la bandera social.

El ser humano es social, pero no es exclusivamente social. Los ciudadanos somos sociales, pero no exclusivamente sociales. La sociedad existe, pero lo social es una cosificación materialista de usurpación de lo humano. Lo social se ha convertido en una facción política, en un interés partidario, en una connotación sectaria, en el argumento que permite a los opresores políticos que lo enaltecen, permanecer incrustados en el poder y disfrutar de sus privilegios.

No se puede defender lo social sobre lo humano, es una estupidez la reducción de lo humano a lo social, pero sin duda, es una operación muy rentable para los detentadores del poder. Definitivamente, lo social está superado, la plenitud de su trayectoria ha concluido con la mayor crisis económica de la historia occidental, como era de prever.

Apelar a lo social es un negocio político como otro cualquiera, y además, extravagantemente ruinoso para la inmensa mayoría. Es hora de reflexionar.

Enrique Suárez Retuerta - Sociólogo

Ciudadano en la Red

sábado, 6 de marzo de 2010

Los escribidores digitales

El fin del mundo del fin
por Lidia Fagale*

"Federico II quiso comprobar qué lengua e idioma tendrían los niños al llegar a la adolescencia si no habían podido hablar jamás con nadie. Y para ello dio órdenes a las nodrizas y ayas de que dieran leche a los niños… pero con la prohibición de hablarles(…) Pero se afanó en vano, porque los niños o infantes morían todos."

(Eco 1996:11) cita de Diego Levis en la Pantalla Obicua.

La utopía negativa de Julio Cortázar en su libro "Fin del Mundo del Fin" muta de creativa fantasía a presagio.




En ese mundo imaginado sin lectores y sólo plagado de escribas condenados a escribir día y noche se produce un tremendo cataclismo. Luego, una nueva distribución de mares y continentes concluye con la condena a extinguirse de los escribas, la única raza que sobrevive, aunque precariamente, ya sin lectores, produciendo día y noche textos sin sentido.

La metáfora literaria desborda el futuro imaginado hacia la marca de un tiempo presente donde la tecnología digital permite leer y escribir en una misma superficie.

Esa relación sin fin, contínua, que altera la esencia de la relación profundamente humana entre el autor y el lector naufraga en un hipertexto sin límites que se construye y se reconstruye sin principio ni final.

La superabundancia de textos (o los libros) de los que habla en su breve cuento Cortázar, son ubicados en el fondo del mar hasta desbordar las costas. (…) El agua marina, puesta con tanta violencia a expandirse, se evapora más que antes, o busca reposo mezclándose con los impresos para formar la pasta aglutinante (…) Por fin los barcos se detienen en distintos puntos de los mares, atrapados por la pasta y los escribas del mundo entero escriben millares de impresos explicando el fenómeno y llenos de una gran alegría (…)

Es el nacimiento de un mundo donde los lectores son condenados (¿o liberados?) a ser escribidores que no dejan de producir relatos día y noche. En tanto, otros avanzan sobre los nuevos territorios, saciando su ambición material de ocuparlo todo.

Hoy se impone una analogía con aquel cuento: "Lo real es codificado en un inmenso hipertexto virtual al que llegamos por la ventana de un computador donde se conjugan todos los géneros textuales sobre el mismo objeto, en la misma forma", como dice el historiador Roger Chartier.

Una nueva cartografía señala las nuevas islas de los mares virtuales, los blogs, donde 50 millones de escribidores esperan ser leídos por alguien.

Batallones de escribas se hablan y se escriben así mismos, y su existencia, ahora estará condenada a naufragar en un territorio sin lectores, dado que todos han sido puestos a escribir. "Se preanuncia la muerte de los escribas, ya que ha muerto un mundo, ha llegado a su fin." (Cortázar)

¿Será el sin fin este presente condenado a la continuidad textual y virtual sin lectores? ¿Es posible navegar en este nuevo territorio existencial sin ser atacado por ciclones de sin sentido?

El hipertexto reconfigura un mundo casi sin límites, donde no hay fronteras, allí los herederos de los escribidores de Cortázar están condenados a relatar las nuevas bitácoras, donde se tritura el tiempo y el espacio y se desmaterializa la historia. También se preguntan, aunque en raras ocasiones, si la libertad es prisionera de tanta virtualidad.

Los escribidores son parte de un mundo real y a la vez capitanes de barcos con otros límites, con otros mares, con otros continentes donde no hay fronteras visibles.

Un único universo, una masa homogénea donde a veces naufraga el pensamiento colectivo, y los ojos ya no comprenden su innecesaria existencia frente a la monarquía de la imagen.

En tanto, algunos escribidores saben que la comunicación es un paso esencial de lo individual a lo colectivo y que de ella depende la supervivencia de la humanidad. Otros, sin embargo, son escribidores sin lectores. Casi todos al borde del fin de un mundo que no tiene fin.

Lidia Fagale

Periodista argentina. Secretaria general adjunta de la UTPBA.

Responsable del Observatorio de Medios.

1RO DE JUNIO DE 2006
Desde
Buenos Aires (Argentina)