El camino de la paradoja es el camino de la verdad. Para probar la verdad de las cosas hay que verlas en la cuerda floja. Cuando las verdades se hacen acróbatas, entonces

Podemos juzgarlas. -O. Wilde

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Impunidad y Fortuna

El poder come miedo. Sin los demonios que crea, perdería sus fuentes de justificación, impunidad y fortuna.
Peligro
por Eduardo Galeano*

El poder come miedo. Sin los demonios que crea, perdería sus fuentes de justificación, impunidad y fortuna. Sus satanes (Bin Laden, Saddam Hussein o los próximos que aparezcan) trabajan, en realidad, como gallinas de los huevos de oro: ponen miedo. ¿Qué conviene enviarles? ¿Verdugos que los ejecuten o médicos que los cuiden? El miedo distrae y desvía la atención. Si no fuera por los servicios que presta, lo evidente quedaría en evidencia: en realidad, el poder se mira al espejo y nos asusta contando lo que vio. Peligro, peligro, grita el peligroso.

El patriotismo es un privilegio de los que mandan. Cuando lo ejercen los mandados, ¿se reduce a mero terrorismo? ¿Son terroristas y nada más que eso, pongamos por caso, los actos de desesperación suicida de los palestinos desalojados de su país y los ataques de la resistencia nacional contra las fuerzas extranjeras que ocupan Irak?

El mundo patas arriba nombra al revés. El poder, enmascarado, niega el sentido común.

Si así no fuera, ¿podría caber alguna sombra de duda de que el actual gobierno de Israel practica el terrorismo, el terrorismo de Estado, y difunde la locura? A medida que ese gobierno devora más y más tierras y más humillaciones inflige al pueblo palestino, más respuestas criminales genera. Y esos atentados, que matan inocentes, le sirven de pretexto para matar muchos más inocentes y para cometer cuantas atrocidades se le ocurran.

Si algún resto de sentido común quedara en el mundo, resultaría increíble que Ariel Sharon pueda hacer lo que está haciendo con absoluta impunidad, como si fuera la cosa más normal: invade y acribilla territorios ajenos; alza un muro que deja chico al de Berlín, de triste memoria, para blindar lo que usurpa; anuncia públicamente que asesinará a Yasser Arafat, un jefe de Estado democráticamente elegido por su pueblo; y bombardea Siria, a sabiendas de que los Estados Unidos vetarán, como de costumbre, cualquier condenación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Ocurre que en este mundo los países y las personas se cotizan en la Bolsa, y su valor depende de la geografía del poder. ¿Cuántos inocentes volaron en pedazos, sin comerla ni beberla, en la última guerra de Irak? Los vencedores no han tenido tiempo para contar a sus víctimas, civiles que existían y ya no existen, porque han estado ocupados buscando las armas de destrucción masiva que no existían ni existen.

No hay, pues, cifras oficiales. Los cálculos oficiosos más serios han contado, sin embargo, no menos de siete mil setecientos muertos civiles, muchos de ellos niños, mujeres y viejos. ¿Cuánto valen esas vidas? En proporción a la población, la cantidad de iraquíes destripados equivale a noventa y cuatro mil estadounidenses.

¿Qué hubiera pasado si el país invasor hubiera sido el país invadido? Las víctimas norteamericanas de semejante carnicería seguirían siendo el tema perpetuo de los medios de comunicación masiva. Las víctimas iraquíes no merecen, en cambio, nada más que silencio. De sobra se sabe que el robo fue el único móvil de esta matanza, cometida con premeditación y alevosía. Pero los asesinos en serie siguen diciendo que hicieron lo que hicieron en defensa propia, y no están presos ni arrepentidos.

El crimen paga: desde las cumbres del poder, ellos amenazan al mundo con nuevas hazañas, mintiendo peligros, inventando enemigos, sembrando el pánico.

El presidente Bush adora citar el Apocalipsis, pero más práctico sería que citara los noticieros, que son más actuales y dicen más o menos lo mismo. Aquel espeluznante texto bíblico, una profecía contada en tiempo pasado, era más bien exagerado y se equivocaba en las cifras, pero hay que reconocer que las noticias del mundo de hoy se le parecen bastante. Decía el Apocalipsis: “Junto al gran río Eufrates fue exterminada la tercera parte de los hombres por el fuego, el humo y el azufre”.

Y también decía: “La tercera parte de la tierra quedó abrasada, la tercera parte de los árboles quedó abrasada, toda hierba verde quedó abrasada. Pereció la tercera parte de las criaturas que tienen vida en el mar. Mucha gente murió por las aguas de los ríos, que se habían vuelto amargas.” El autor, San Juan o quien haya sido, atribuía estas catástrofes a la ira divina.

El nunca había oído hablar de las bombas inteligentes, ni del dióxido de carbono, ni de la lluvia ácida, ni de los pesticidas químicos, ni de la basura radiactiva. Y no podía imaginar que la sociedad de consumo y la tecnología de la devastación serían más temibles que la cólera de Dios.

Bombas contra la gente, bombas contra la naturaleza. ¿Y las bombas de dinero? ¿Qué sería de este modelo de mundo enemigo del mundo sin sus guerras financieras? En más de medio siglo de existencia, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han exterminado una cantidad de gente infinitamente mayor que todas las organizaciones terroristas que en el mundo son o han sido. Ellas han contribuido, de muy poderosa manera, a hacer el mundo tal cual es. Ahora este mundo, que hierve de indignación, asusta a sus autores. “El Banco Mundial, apóstol de la privatización, sufre una crisis de fe”, comenta el diario The Wall Street Journal.

En un informe reciente, el Banco descubre que la privatización de los servicios públicos, que sus funcionarios han impuesto y siguen imponiendo a los países débiles, no es exactamente un maná del Cielo, sobre todo para los pobres abandonados a su suerte. Alarmado por las consecuencias de sus actos, el Banco dice, ahora, que habría que consultar a los pobres y que los pobres "tendrían que supervisar las inversiones privadas”,aunque no explica cómo podrían realizar esta tareíta.

Y los pobres también preocupan al Fondo Monetario, que se ha pasado la vida estrangulándolos: “Es preciso disminuir las desigualdades sociales” concluye el director del Fondo, Horst Köhler, después de meditar el asunto. Los pobres no saben cómo agradecer tanta gentileza.

Estos organismos, que ejercen la dictadura financiera en el orden democrático, de democráticos no tienen nada: en el Fondo, cinco países deciden todo; en el Banco, siete. Los demás ni pinchan ni cortan. Tampoco es democrática la dictadura comercial.

En la Organización Mundial de Comercio nunca se vota, aunque el voto está previsto en los estatutos. La organización colonial del planeta correría peligro si los países pobres, que suman la abrumadora mayoría, pudieran votar. Ellos están convidados al banquete, para ser comidos. La dignidad nacional es una actividad no rentable condenada a desaparecer, como la propiedad pública, en el mundo subdesarrollado.

Pero cuando las dignidades se juntan, otro gallo canta. Eso ocurrió en Cancún, recientemente, en la reunión de la OMC: los países despreciados, los mentidos, se unieron en un frente común, por primera vez después de muchos años de soledad y de miedo. Y naufragó la reunión, convocada, como de costumbre, para que la mayoría ejerciera su derecho de obediencia.

Está ocurriendo por todas partes: resulta que el poder no es tan poderoso como dice que es.

Fuente: RedVoltaire

Refranes

Nueva York, Madrid, Londres: el terrorismo ataca nuevamente.
por Eduardo Galeano*

Este fue el título principal de muchos diarios del mundo, en la edición que informó de las explosiones que sacudieron a la capital inglesa. Reveladora coincidencia: no mencionaron a Afganistán ni a Irak. Los bombardeos contra Afganistán y contra Irak ¿no fueron, no siguen siendo, atentados terroristas, que en el caso de Irak se repiten día tras día?

¿No es siempre, o casi siempre, la clase trabajadora quien pone los muertos en los atentados y en las guerras? ¿No merecen el mismo respeto y la misma compasión las víctimas de cualquier expresión del desprecio por la vida humana?. Sin comerla ni beberla, no menos de tres mil campesinos fueron despedazados por las bombas que buscaron, y no encontraron, a Bin Laden en tierras afganas.

Y no menos de 25 mil civiles, muchos de ellos mujeres y niños, fueron despedazados por las bombas que buscaron, y no encontraron, las armas de destrucción masiva en Irak, y por el baño de sangre que sigue provocando la ocupación extranjera del país. Si Irak hubiera invadido a los Estados Unidos, anormalidad que a nadie se le pasa por la cabeza, las víctimas civiles serían, en proporción, trescientos mil norteamericanos. Por los siglos de los siglos resonarían en el mundo los truenos de semejante horror. Como los muertos son iraquíes, rápidamente se convierten en costumbre.

En 1776, la Declaración de Independencia de los Estados Unidos afirmó que todos los hombres son creados iguales, pero poquitos años después la primera Constitución aclaró el concepto: estableció que en los censos de población, cada negro equivalía a las tres quintas partes de una persona. ¿A cuántas partes o partecitas de una persona equivale, hoy día, un iraquí?

“Unos son más iguales que otros”, dicen que dicen.

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Y dicen: “Otros vendrán que bueno te harán”. El terror de Estado, fecundo papá de todos los terrorismos, encuentra coartadas perfectas en los terrorismos que genera. Derrama lágrimas de cocodrilo cada vez que la mierda pega al ventilador y simula inocencia ante las consecuencias de sus propios actos. Pero no tienen de qué quejarse los dueños del mundo: las atrocidades que cometen los fanáticos y los locos les brindan justificación y les regalan impunidad.

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“La mentira tiene patas cortas.” A la vista está: la mentira tiene patas larguísimas. Tan larguísimas que corren a mucha mayor velocidad que los desmentidos de los mentirosos.

Después de gritar a los cuatro vientos que Irak era un peligro para la humanidad, Bush y Blair admitieron públicamente que el país que habían invadido y aniquilado no tenía armas de destrucción masiva. En las elecciones siguientes, en Estados Unidos y en Gran Bretaña, el pueblo los recompensó reeligiéndolos.

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“El crimen no paga”: ya ni los refranes saben lo que dicen. El mundo gasta nada menos que 2.200 millones de dólares por día, sí, por día, en la industria militar, industria de la muerte, y día tras día la cifra sube y sube. Las guerras necesitan armas, las armas necesitan guerras y las guerras y las armas necesitan enemigos.

No hay negocio más lucrativo que el asesinato practicado en escala industrial. Su industria derivada, la industria del miedo, consagrada a la fabricación de enemigos, es hoy por hoy la principal fuente de ganancias de las empresas dedicadas al entretenimiento y a la comunicación. En Hollywood ya no hay película que no estalle, y sus guionistas agregan sustos al susto: por si fuera poco el pánico terrestre, agregan las amenazas del terror importado desde otros planetas.

La industria militar necesita producir miedo para justificar su existencia. Perverso circuito: el mundo se convierte en un matadero que se convierte en un manicomio que se convierte en un matadero que... Irak, país bombardeado, ocupado, humillado, es la escuela del crimen más activa en nuestros días. Sus invasores, que dicen ser libertadores, han montado allí el más prolífico criadero de terroristas, que se alimentan de la desesperanza y de la desesperación.

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“Al que madruga, Dios lo ayuda.” ¿Madrugan los jefes guerreros? ¿Madrugan los exitosos banqueros? En realidad, el refrán exhorta a levantarse tempranito a los humildes laburantes, y proviene de los tiempos en que trabajar rendía. Pero en el mundo actual, el trabajo vale menos que la basura.

De los dos motores del sistema universal de poder, este sistema que se llamaba capitalismo allá en mi infancia, sólo funciona uno. El estímulo de la codicia desapareció, al menos para la mano de obra. Ya nadie tiene ni la más remota esperanza de hacerse rico trabajando. Ahora los dos motores son el miedo y el miedo: miedo a perder el empleo, miedo a no encontrar empleo, miedo al hambre, miedo al desamparo.

Los sindicatos defendían a los trabajadores, en tiempos que ahora parecen prehistóricos. Las empresas multinacionales más famosas, Walmarts y McDonald’s, niegan sin el menor disimulo el derecho obrero a la agremiación y arrojan a la calle a quien cometa la osadía de intentarlo. A los organismos internacionales que velan por los derechos humanos, esta escandalosa violación no les mueve un pelo; y el ejemplo cunde. El ninguneo de los sindicatos, o su prohibición lisa y llana, empieza a ser normal.

El sindicalismo, fruto de dos siglos de luchas obreras, está en crisis en todo el mundo, como están en crisis todos los instrumentos de defensa colectiva y pacífica de la gente que vive de su trabajo, y que ahora, librado cada cual a su suerte, sobrevive obligada a aceptar, sí o sí, lo que los empleadores exigen: el doble de horas a cambio de la mitad del salario..

Los sindicatos, debilitados, perseguidos, poco pueden ayudar, y Dios tiene, al parecer, otras ocupaciones. El presidente Bush lo necesita noche y día: es misión divina su proyecto de conquista del planeta, y Dios guía sus pasos. ¿Cómo se comunican? ¿Por mail, por fax, por teléfono, por telepatía? Secreto de Estado.

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“A las armas las carga el Diablo.” Este refrán no se equivoca. Dios no puede ser tan jodido. Ha de ser el Diablo el que carga las armas, o al menos las armas de destrucción masiva, las verdaderas, las que Irak no tenía, las que están reventando al mundo: los bombardeos de mentiras de las fábricas de opinión pública; las armas químicas de la sociedad de consumo, que enloquecen el clima y pudren el aire; los gases venenosos de las fábricas del miedo, que nos obligan a aceptar lo inaceptable y convierten la indignidad en fatalidad del destino; la mortífera impunidad de los asesinos seriales elevados a la categoría de jefes de Estado; y las espadas de doble filo de las grandes potencias que multiplican, a la vez, la pobreza y los discursos contra la pobreza, y al mismo tiempo venden minas antipersonales y piernas ortopédicas y desde los cielos arrojan misiles y contratos de reconstrucción sobre los países que aniquilan.

Página 12

Eduardo Galeano

Periodista y escritor uruguayo, autor de Las Venas Abiertas de América Latina, La canción de nosotros, Días y noches de amor y de guerra, Las palabras andantes, El libro de los abrazos, entre otros.

Alienación

Medios, cultura y dominación
Los modos de la alienación
por Miguel Guaglianone*

El proceso por el cual los medios masivos de comunicación influyen y condicionan a sus receptores, ha llegado a ser un sistema integrado de alienación mundial

Esta palabra, que fuera usada por los investigadores sociales y culturales en la década de los 60, es uno de los conceptos “desaparecidos” por el sistema de dominación imperante. El DRAE define la palabra alienación con cinco acepciones. Dos de ellas abarcan perfectamente el tema que queremos enfocar. Dice [1]: alienación: 2. f. Proceso mediante el cual el individuo o una colectividad transforman su conciencia hasta hacerla contradictoria con lo que debía esperarse de su condición.y también 5. f. Psicol. Estado mental caracterizado por una pérdida del sentimiento de la propia identidad.

El poder de los medios masivos de comunicación para determinar opinión en el público no es una novedad. Ya a principio del siglo XX, William Hearst fue capaz de crear -con su cadena de periódicos- una guerra con Cuba. En la década de los 30 del mismo siglo, Joseph Goebbels sistematizó las transmisiones radiales para adoctrinar al pueblo alemán en la visión expansionista-imperialista de los nazis. Después de la Segunda Guerra Mundial, los triunfantes EE.UU., con el advenimiento de la televisión, difundieron e impusieron en el mundo su “american way of life”, a la vez que expandían globalmente el mercado de los productos de consumo masivo que definían ese modo de vida.

Sin embargo, el salto cualitativo del poder de los medios se consolidó a partir de la década de los 80, junto a la irrupción del neoliberalismo como nueva fase dominante del capitalismo. La acumulación de capital y poder en manos de un numero decreciente de grandes corporaciones transnacionales interrelacionadas, así como el desarrollo tecnológico de las comunicaciones por satélite capaces de cubrir el globo terrestre, apoyados en la proliferación de los sistemas informatizados, han ido creando una red alrededor de todo el planeta, controlada y abastecida por un reducido nú información” y el “entretenimiento”. [2]

A través de esta red, los poderes hegemónicos imponen al mundo una cosmovisión propia, que funciona como efectivo sistema de opresión de grandes masas. Lo hemos escrito antes, pero creemos que habrá que repetirlo hasta que se haga carne: han establecido el más efectivo sistema de control: lograr que los dominados piensen y vean el mundo con los mismos ojos de los dominadores.

Los modos de la alienación

¿Y de qué formas producen la alienación? Podemos distinguir varias facetas de la acción del bombardeo mediático sobre los grupos sociales y los individuos.

1: Publicidad y Consumo

La primera forma fue detectada y estudiada desde principios de la segunda década del siglo XX. En dos estudios relacionados, Vance Packard [3], desentrañó por primera vez las estructuras de funcionamiento de la publicidad y las estrategias del consumo obligado. Otros investigadores en la década del 60 profundizaron estas investigaciones, hoy prácticamente desconocidas fuera de los ámbitos académicos. Para desarrollar una economía como la norteamericana en ese entonces, capaz de producir por encima de las necesidades de sus consumidores, se creó toda una estrategia y técnicas de medios, que apelaba fundamentalmente a la emocionalidad de las personas. Ese manejo emocional para estimular el consumo va desde la elaboración de piezas comunicacionales que asocian los productos a otro tipo de emociones (perfumes con envases de formas eróticas, automóviles con imagen asociada al poder y al éxito, hipertrofia del concepto “limpieza” para vender más productos detergentes, etc.) hasta la manipulación oculta de la publicidad subliminal (hoy prohibida en muchos países), atravesando todo tipo de otras formas intermedias. De esta manera los medios utilizan gatillos emocionales y manipulan el sentir del público en aras de estimular el consumo de productos y servicios.

2: Política e instituciones

El otro nivel en que imponen los medios, tiene que ver más con la propaganda que con la publicidad. Los Estados Unidos (y también Europa) han utilizado los medios masivos para condicionar a grandes masas de público respecto a posiciones políticas. El estudio aún sin intentarlo en profundidad, de cómo el “enemigo” (los malos) ha ido variando según los intereses políticos generales de los países centrales, muestra claramente la manipulación de opinión. A fines de la Segunda Guerra Mundial, el Japón era un país bárbaro agresor, y sus habitantes “los dientudos enanos del Mikado”, en la guerra fría se blandió el fantasma del “comunismo internacional”, primero el de la Unión Soviética, y luego el “peligro rojo de oriente”, a partir del ascenso de los neocom al gobierno de Estados Unidos, el nuevo enemigo es el “terrorismo internacional”. series de TV y cine repiten sistemáticamente estos patrones y penetran en las almas de las gentes, proponiendo e imponiendo posiciones políticas ajenas a sus circunstancias.

Igualmente, va aparejada la imposición de institucionalidad social, no sólo se asignan posiciones políticas, sino que se acompañan con la validez de las instituciones de las naciones centrales (la democracia representativa como forma adecuada de gobierno, las “libertades”, la “justicia”, etc). Aquí también se utilizan las técnicas de manipulación emocional que se crearán para vender más productos, acompañadas de las de manipulación política que desde Maquiavelo en adelante manejan los sectores dominantes de la Cultura Occidental.

3: Valores y Patrones de conducta

Mucho más sutilmente, el mensaje de los medios va imponiendo patrones de conducta que están sustentados en un sistema de valores ajeno al receptor. Por bombardeo, por hábito, estos patrones (que están asociados al sistema de hábitos relacionado con el cerebro básico o cerebro R) se van haciendo parte de cada individuo o grupo social y condicionan su percepción del mundo, a la vez que les van estableciendo un nuevo sistema de valores. Los cambios se producen en todos los niveles de captación de la realidad. Para poder visualizar el fenómeno, veamos algunos ejemplos.

En el nivel de los valores éticos, analicemos algunas series de TV. Todas aquellas que pertenecen al género “policial” están basadas en un sistema judicial (juicios orales) y de represión (funcionamiento de los cuerpos policiales en los países centrales) que surgen sobre todo del derecho anglosajón y de la estructura represiva de esos países. Las conductas de sus personajes (aún cuando sean críticos) están sostenidas en el funcionamiento del “sistema”, implícita o explícitamente. ¿Qué queda para nuestros países latinoamericanos, que basan sus sistemas en el Derecho Romano? ¿O para aquellos de otras latitudes (del Oriente por ej.) cuyos códigos son esencialmente diferentes? Inclusive el fenómeno puede apreciarse en el tratamiento de las relaciones personales, allí los patrones son de eficiencia, predominio de la visión racional sobre la intuitiva, positivismo y pragmatismo (sin dejar de lado el individualismo típico de la sociedad capitalista).

Dónde es más fácil percibir el fenómeno de alienación es en la imposición de patrones estéticos. En lo más superficial la industria cosmética impone patrones de “belleza”, “juventud” y “éxito”, o aumenta en forma exponencial en el mundo el uso de la cirugía “estética” para acercar los cuerpos a los patrones impuestos desde el Norte. Pero aún más allá, basta apreciar un ejemplo (que otras veces hemos utilizado) que es paradigmático. Analicemos la estética de los “noticieros” de TV a nivel mundial. Cuando vemos que los canales árabes, o los chinos utilizan no sólo la estética de los espacios y la gráfica, sino también los patrones de vestimenta y aspecto de los periodistas con “modelos” impuestos desde los países centrales; percibimos hasta que punto la transculturización producida por la alienación está funcionando. Aún aquellos medios que intentan ser “alternativos”, dar una respuesta a esa visión hegemónica, caen en la “naturalidad” de esos patrones estéticos.

4: La cotidianeidad

En un nivel aún más profundo, estos cambios se manifiestan en lo cotidiano de la vida. Tendemos a actuar en nuestras relaciones con los demás, en nuestras relaciones sociales, en nuestros haceres diarios, no de acuerdo a los patrones y valores que nuestras sociedades crean, sino con los hábitos que vemos, oímos y percibimos en el constante bombardeo mediático. Así, vamos perdiendo nuestra identidad personal y nuestra identidad cultural, sustituyéndolas por formas impuestas a través de los medios. Tendemos a pensar y a actuar como los medios nos proponen, aceptando como natural un modo de vida que nos es ajeno.

Lo más curioso, cuando podemos verlo desde fuera, es saber que ese modo de vida, esa cosmovisión que los medios presentan globalmente como el “modo de vida”, en la realidad corresponde (siendo generosos) al 15 o 18% de los habitantes del planeta. Con cifras de la UNESCO, la mitad de la población mundial nunca ha hecho una llamada telefónica en su vida. Estos son los excluidos, a los cuales a pesar de todo el sistema de medios trata de influir. En medio queda una masa del orden del 30% de la población del planeta que es el receptor directo de la alienación

La realidad virtual y la cultura

Estas facetas que hemos empleado como categorías para desentrañar el fenómeno de la alienación, no se dan por separado. Estamos enfrentados a un proceso holístico, donde estas variables están constantemente interactuando e interrelacionándose, produciendo un efecto integral sobre los seres humanos. Para poder identificar con más claridad ese efecto, debemos tener presente que no existe distancia entre formas y contenidos (este es también un paradigma impuesto).

Las formas de expresión son parte del contenido de los mensajes, y el contenido de los mensajes está presente en la estructura formal. Al respecto, McLuhan decía claramente, ya hace varias décadas, que El medio es el masaje [4] (el medio es el mensaje) y lo mostraba transparentemente en una investigación dónde la imagen tuvo un papel destacado.

Cuando repetimos las formas, creyendo que podremos generar contenidos diferentes, estamos repitiendo los esquemas de la alienación, estamos pensando y viviendo con parámetros que no son nuestros, son los de aquellos que intentan dominarnos y el resultado será que seguiremos atados a esa dominación.

Y cuando decimos que los medios establecen una realidad virtual, queremos ir más allá de lo ya demostrado con los episodios del bombardeo de Bagdad en la primera guerra del golfo o con la invasión a Somalia sincronizada con las cámaras de CCN. La desinformación, el uso de información falsa y la creación de ediciones tipo espectáculo generan una realidad engañosa, pero el cambio de realidad al que nos referimos es aún más peligroso. Los medios están generando una realidad virtual en la medida que nos hacen percibir el mundo con una cosmovisión que nos implantan.

Están alterando directamente las bases de nuestras culturas (nos referimos a la cultura en el sentido amplio, como el“Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc”. ) No es necesario advertir de la gravedad de la cuestión, aún más grave por desapercibida, por soterrada en el mensaje cotidiano de los medios.

Los cambios necesarios

A partir de estas reflexiones, que es necesario llevar a análisis más profundos y extensos que el presente, queda claro que no nos será posible producir cambios reales en nuestras sociedades, si estos cambios obvian la penetración cultural y la percepción del mundo impuesta. De nada nos valdrá cambiar modos de producción, estructuras políticas e instituciones sociales, si quienes lo estemos haciendo seguimos usando modos de conducta y valores que no son los nuestros. Corrupción, ineficiencia, individualismo, afán de lucro, seguirán presentes. Si intentamos un hacer diferente sin ser diferentes, seguiremos repitiendo los males que nos han impuesto a través de la dominación. Habrá entonces que colocar los mayores esfuerzos en generar modos y formas de desalienación. Una primera aproximación está en promover, desarrollar y crear nuestras propias pautas de conducta y nuestros valores. Vernos con nuestros propios ojos, dice Aram Aharonian. [5]

Generar los mecanismos sociales para lograr seres que actúen de otra forma es entonces una labor urgente e indispensable para lograr los cambios que aspiramos. Sólo así podremos lograr los individuos capaces de hacer y vivir en una sociedad diferente.

Miguel Guaglianone

Escritor uruguayo-venezolano radicado en Caracas, investigador independiente

Fuente: RedVoltaire- 22 de Abril de 2008