El camino de la paradoja es el camino de la verdad. Para probar la verdad de las cosas hay que verlas en la cuerda floja. Cuando las verdades se hacen acróbatas, entonces

Podemos juzgarlas. -O. Wilde

domingo, 27 de junio de 2010

Los dueños del sistema

El poder oculto: de donde nace la impunidad de Israel
por Manuel Freytas* 21 DE JUNIO DE 2010

La gran complicidad internacional con las masacres periódicas israelíes no se gestan por miedo a Israel, sino por miedo a lo que representa el Estado judío. Israel es el símbolo más emblemático, la patria territorial del sionismo capitalista que controla el mundo sin fronteras desde los directorios de los bancos y corporaciones trasnacionales. Israel, básicamente, es la representación nacional de un poder mundial sionista que es el dueño del Estado de Israel tanto como del Estado norteamericano, y del resto de los Estados con sus recursos naturales y sistemas económico-productivos. Y que controla el planeta desde los bancos centrales, las grandes cadenas mediáticas y los arsenales nucleares militares.

El poder oculto

Israel, es la más clara referencia geográfica del sistema capitalista trasnacionalizado que controla desde gobiernos hasta sistemas económico productivos y grandes medios de comunicación, tanto en los países centrales como en el mundo subdesarrollado y periférico.

El Estado judío, más allá de su incidencia como Nación, es el símbolo más representativo de un poder mundial controlado en sus resortes decisivos por grupos minoritarios de origen judío, y conformado por una estructura de estrategas y tecnócratas que operan las redes industriales, tecnológicas, militares, financieras y mediáticas del capitalismo trasnacional extendido por los cuatro puntos cardinales del planeta.

Con una población de alrededor de 7,35 millones de habitantes, Israel es el único Estado judío del mundo.

Pero cuando hablamos de Israel, hablamos (por extensión) de la referencia más significante de un sistema capitalista globalizado que controla gobiernos, países, sistemas económicos productivos, bancos centrales, centros financieros, arsenales nucleares y complejos militares industriales.

Cuando hablamos de Israel, hablamos antes que nada de un diseño estratégico de poder mundial que lo protege, interactivo y totalizado, que se concreta mediante una red infinita de asociaciones y vasos comunicantes entre el capital financiero, industrial y de servicios que convierte a los países y gobiernos en gerencias de enclave.

El lobby sionista que sostiene y legitima la existencia de Israel, no es un Estado en el lejano Medio Oriente, sino un sistema de poder económico planetario (el sistema capitalista) de bancos y corporaciones trasnacionales con judíos dominando la mayoría de los paquetes accionarios o hegemonizando las decisiones gerenciales desde puestos directrices y ejecutivos.

Quien se tome el trabajo de investigar el nombre de los integrantes de los directorios o de los accionistas de la grandes corporaciones y bancos transnacionales estadounidenses y europeos que controlan desde el comercio exterior e interior hasta los sistemas económico productivos de los países, tanto centrales como «subdesarrollados» o «emergentes», podrá fácilmente comprobar que (en una abrumante mayoría) son de origen judío.

Los directivos y accionistas de las primeras treinta megaempresas trasnacionales y bancos (las más grandes del mundo) que cotizan en el indice Dow Jones de Wall Street, son mayoritariamente de origen judío.

Megacorporaciones del capitalismo sin fronteras como Wal-Mart Stores, Walt Disney, Microsoft, Pfizer Inc, General Motors, Hewlett Packard, Home Depot, Honeywell, IBM, Intel Corporation, Johnson & Johnson, JP Morgan Chase, American International Group, American Express, AT & T, Boeing Co (armamentista), Caterpillar, Citigroup, Coca Cola, Dupont, Exxon Mobil (petrolera), General Electric, McDonalds, Merck & Co, Procter & Gamble, United Technologies, Verizon, son controladas y/o gerenciados por capitales y personas de origen judío.

Estas corporaciones representan la crema de la crema de los grandes consorcios trasnacionales judeo sionistas que, a través del lobby ejercido por las embajadas estadounidenses y europeas, dictan y condicionan la política mundial y el comportamiento de gobiernos, ejércitos, o instituciones mundiales oficiales o privadas.

Son los amos invisibles del planeta: los que manejan a los países y a presidentes por control remoto, como si fueran títeres de última generación.

Quien investigue con este mismo criterio, además, los medios de comunicación, la industria cultural o artística, cámaras empresariales, organizaciones sociales, fundaciones, organizaciones profesionales, ONGs, tanto en los países centrales como periféricos, se va a sorprender de la notable incidencia de personas de origen judío en sus más altos niveles de decisión.

Las tres principales cadenas televisivas de EEUU (CNN, ABC, NBC y Fox) , los tres principales diarios (The Wall Street Journal,The New York Times y The Washington Post) están controlados y gerenciados (a través de paquetes accionarios o de familias) por grupos del lobby judío, principalmente neoyorquino.

Asimismo como las tres más influyentes revistas (Newsweek,Time y The New Yorker), y consorcios hegemónicos de Internet como Time-Warner (fusionado con América on Line) o Yahoo, están controlados por gerenciamiento y capital judío que opera a nivel de redes y conglomerados entrelazados con otras empresas.

Colosos del cine de Hollywood y del espectáculo como The Walt Disney Company, Warner Brothers, Columbia Pictures, Paramount, 20th Century Fox, entre otros, forman parte de esta red interactiva del capital sionista imperialista.

La concentración del capital mundial en mega-grupos o mega-compañías controladas por el capital sionista, en una proporción aplastante, posibilita decisiones planetarias de todo tipo, en la economía, en la sociedad, en la vida política, en la cultura, etc., y representa el aspecto más definitorio de la globalización impuesta por el poder mundial del sistema capitalista imperial.

El objetivo central expansivo de este capitalismo sionista trasnacionalizado es el control y el dominio (por medio de las guerras de conquista o de «sistemas democráticos) de recursos naturales y sistemas económico - productivos, en un accionar que sus defensores y teóricos llaman “políticas de mercado”».

El capitalismo transnacional, a escala global, es el dueño de los estados y sus recursos y sistemas económico- productivos, no solamente del mundo dependiente, sino también de los países capitalistas centrales.

Por lo tanto los gobiernos dependientes y centrales son gerencias de enclave (por izquierda o derecha) que con variantes discursivas ejecutan el mismo programa económico y las mismas líneas estratégicas de control político y social.

Este capitalismo transnacional «sin fronteras» del lobby sionista que sostiene al Estado de Israel se asienta en dos pilares fundamentales: la especulación financiera informatizada (con asiento territorial en Wall Street ) y la tecnología militar-industrial de última generación (cuya expresión máxima de desarrollo se concentra en el Complejo Militar Industrial de EEUU).

El lobby sionista internacional, sobre el cual se asientan los pilares existenciales del Estado de Israel, controla desde gobiernos, ejércitos, policías, estructuras económicos productivas, sistemas financieros, sistemas políticos, estructuras tecnológicas y científicas, estructuras socio-culturales, estructuras mediáticas internacionales, hasta el poder de policía mundial asentado sobre los arsenales nucleares, los complejos militares industriales y los aparatos de despliegue militar de EEUU y de las potencias centrales.

A ese poder, y no al Estado de Israel, es al que temen los presidentes, políticos, periodistas e intelectuales que callan o deforman a diario los genocidios de Israel en Medio Oriente temerosos de quedar sepultados de por vida bajo la lápida del «antisemitismo».

El lobby imperial

El lobby sionista pro-israelí, la red del poder oculto que controla Casa Blanca, el Pentágono y la Reserva Federal no reza en las sinagogas sino en la Catedral de Wall Street. Un detalle a tener en cuenta, para no confundir la religión con el mito y el negocio.

Cuando se refieren al lobby sionista (al que llaman lobby pro-israelí) la mayoría de los expertos y analistas hablan de un grupo de funcionarios y tecnócratas, en cuyas manos está el diseño y la ejecución de la política militar norteamericana.

A este lobby de presión se le atribuye el objetivo estratégico permanente de imponer la agenda militar y los intereses políticos y geopolíticos del gobierno y el Estado de Israel en la política exterior de EEUU.

Como definición, el lobby pro-israelí es una gigantesca maquinaria de presión económica y política que opera simultáneamente en todos los estamentos del poder institucional estadounidense: Casa Blanca, Congreso, Pentágono, Departamento de Estado, CIA y agencias de la comunidad de inteligencia, entre los mas importantes.

Por medio de la utilización política de su poder financiero, de su estratégica posición en los centros de decisión, los grupos financieros del lobby ejercen influencia decisiva en la política interna y externa de EEUU, la primera potencia imperial, además de su papel dominante en la financiación de los partidos políticos, de los candidatos presidenciales y de los congresistas.

A nivel imperial, el poder financiero del lobby se expresa principalmente por medio de la Reserva Federal de EEUU, un organismo clave para la concentración y reproducción del capital especulativo a nivel planetario.

El corazón del lobby sionista estadounidense es el poderoso sector financiero de Wall Street que tiene directa implicancia y participación en el nombramiento de funcionarios claves del gobierno de EEUU y de los órganos de control de política monetaria e instituciones crediticias (nacional e internacional) con sede en Washington y Nueva York.

Los organismos económicos financieros internacionales como la OCDE, el Banco Mundial, el FMI, están bajo directo control de los bancos centrales y de los gobiernos de EEUU y de las potencias controladas por el lobby sionista internacional (Gran Bretaña, Alemania, Francia, Japón, entre las más relevantes).

Organizaciones y alianzas internacionales como la ONU, el Consejo de Seguridad y la OTAN están controlados por el eje sionista USA-Unión Europea cuyas potencias centrales son las que garantizan la impunidad de los exterminios militares de Israel en Medio Oriente, como sucedió con la última masacre de activistas solidarios con el pueblo de Gaza.

Las principales instituciones financieras del lobby (Goldman Sachs, Morgan Stanley, Lehman Brothers, etc) y los principales bancos (Citigroup, JP Morgan y Merrill Lynch, etc), influyen decisivamente para el nombramiento de los titulares de la Reserva Federal, el Tesoro, y la secretaría de Comercio, además de los directores del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.

El mito del «antisemitismo»

A este fenómeno de «poder capitalista mundial» judío, y no a Israel, es lo que temen los presidentes, políticos, periodistas, e intelectuales que evitan puntillosamente condenar o nombrar los periódicos genocidios militares de Israel en Gaza, repitiendo lo que ya hicieron durante la masacre israelí en Libano en el 2006.

La gran complicidad internacional con las masacres periódicas israelíes no se gestan por miedo al Estado de Israel sino por miedo a lo que representa el Estado de Israel.

No se trata de Israel, un Estado sionista más, sino del «Gran Israel», la patria del judaísmo mundial (con territorio robado a los palestinos), de la cual todos los judíos del mundo se sienten sus hijos pródigos desperdigados por el mundo.

No se trata de Israel, sino de las poderosas organizaciones y comunidades judías mundiales que apoyaron en bloque el genocidio militar de Israel en Gaza, que utilizan su poder y «escala de prestigio» (construida mediante su victimización histórica con el Holocausto) para convertir en un leproso social al que se atreva criticar o a levantar la voz contra el exterminio militar israelí en Gaza.

Los gobiernos del mundo capitalista, los periodistas, intelectuales, organizaciones sindicales y sociales no le temen a Israel, sino a su lapidación social como «antisemita» (mote que se le otorga al que enfrenta y/o denuncia al sionismo judío).

No le temen al Estado de Israel, sino a los hijos de Israel camuflados en los grandes centros de decisión del poder mundial, sobre todo económicos-financieros y mediático-culturales.

Los políticos, intelectuales y periodistas del sistema no temen a Israel, sino que temen a los medios, organizaciones y empresas judías, y a su influencia sobre los gobiernos y procesos económicos-culturales del sistema sionista capitalista extendido por todos los países a escala planetaria.

En definitiva temen que las empresas, las universidades, las organizaciones y las fundaciones internacionales sionistas que financian y o promocionan sus ascensos y puestos en la maquinaria del sistema los declaren «antisemitas» y los dejen sin trabajo, sin vacaciones y sin jubilación.

Esa es la causa principal que explica porque los intelectuales, académicos y periodistas del sistema viven elucubrando sesudos análisis de la «realidad» política, económica y social sin la presencia de la palabra judío o del sistema capitalista que paga por sus servicios.

Si bien hay un grupo de intelectuales y de militantes judíos de izquierda (entre ellos Chomsky y Gelman, entre otros) que condenaron y protestaron contra el genocidio israelí en Gaza, la mayoría abrumante de las comunidades y organizaciones judías a escala planetaria apoyaron explícitamente la masacre de civiles en Gaza argumentando que se trataba de una «guerra contra el terrorismo».

A pesar de que Israel no invadió ni perpetró un genocidio militar en Gaza con la religión judía, sino con aviones F-16, misiles, bombas de racimo, helicópteros Apache, tanques, artillería pesada, barcos, sistemas informatizados, y una estrategia y un plan de exterminio militar en gran escala, quien cuestione esa masacre es condenado por «antisemita» por el poder judío mundial distribuido por el mundo.

A pesar de que el lobby judío sionista que controla Israel, tanto como la Casa Blanca, el Tesoro y la Reserva Federal de EEUU no reza en las sinagogas sino en la Catedral de Wall Street, el que lo critique es tildado de inmediato como «antisemita» o «nazi» por las estructuras mediáticas y culturales controlados por el poder judío mundial.

Las campañas de denuncia de antisemitismo con las que Israel y las organizaciones judías buscan neutralizar a las criticas contra la masacre, abordan la cuestión como si el sionismo judío (sostén del estado de Israel) fuera una cuestión «racial» o religiosa, y no un sistema de dominio imperial que abarca interactivamente el plano económico, político, social y cultural, superando la cuestión de la raza o de las creencias religiosas.

El lobby sionista no controla el mundo con la religión: lo maneja con bancos, trasnacionales, hegemonía sobre los sistemas económicos-productivos, control sobre los recursos naturales, control de la red informativa y de manipulación mundial, y manejo de los valores sociales a través de la publicidad, la cultura y el consumo estandarizado y globalizado por los medios de comunicación.

En definitiva, el lobby judío no representa a ninguna sinagoga ni expresión racial, sino que es la estructura que maneja el poder mundial a través del control sobre los centros económicos-financieros y de decisión estratégica del sistema capitalista expandido como civilización «única».

Antes que por la religión y la raza, el lobby sionista y sus redes se mueven por una ideología política funcional: el sionismo capitalista-imperial que antepone el mercado, la concentración de riqueza, la «política de negocios», a cualquier filosofía que roce las nociones del «bien» o del «mal» entendidos dentro de parámetros sociales.

Entonces: ¿De qué hablan cuando hablan de «antisemitismo» o de «anti-judaismo religioso? ¿En que parámetros referenciales se basa la condición de antisemita»? ¿Quién es antisemita? ¿Quién critica a los judíos por su religión o por su raza en las sociedades del mundo?

A lo sumo, a los judíos, como está probado en la realidad social de cualquier país, no se los critica por su religión o condición racial sino por su apego excesivo al status del dinero (también cultivado por otras colectividades) y a integrar estructuras o jerarquías de poder dentro de un sistema injusto de opresión y de explotación del hombre por el hombre, como es el sistema capitalista.

Salvo los grupos minoritarios de fanáticos y racistas que sólo se representan a sí mismos, en las sociedades (salvo el nazismo alemán y algunas excepciones) casi nunca hubo «persecución religiosa o racial» del judío, si no que hubo una asociación del judío con la «peor cara del capitalismo», representada en el sistema económico-financiero especulativo.

En resumen

El lobby sionista que protege al Estado de Israel (por «derecha» y por «izquierda») esta conformado por una estructura de estrategas y tecnócratas que operan las redes industriales, tecnológicas, militares, financieras y mediáticas del capitalismo trasnacional extendido por los cuatro puntos cardinales del planeta.

Sus redes se expresan a través de una multiplicidad de organizaciones dedicadas a promover el actual modelo global, entre las que se cuentan principalmente: The Hudson Institute,The RAND Corporation, The Brookings Institution, The Trilateral Commission, The World Economic Forum, Aspen Institute,American Enterprise Institute, Deutsche Gesellschaft für Auswärtigen Politik, Bilderberg Group, Cato Institute, Tavestock institute, y el Carnegie Endowment for International Peace, entre otros.

Todos estos think tanks o «bancos de cerebros», reúnen a los mejores tecnócratas, científicos y estudiosos en sus respectivos campos, egresados de los las universidades de EEUU, Europa y de todo el resto del mundo.

El lobby no responde solamente al Estado de Israel (como afirman los analistas de la «cara derechista» de los neocons) sino a un poder mundial sionista que es el dueño del Estado de Israel tanto como del Estado norteamericano, y del resto de los Estados con sus recursos naturales y sistemas económico-productivos.

El lobby no solamente está en la Casa Blanca sino que abarca todos los niveles de las operaciones del capitalismo a escala trasnacional, cuyo diseño estratégico está en la cabeza de los grandes charmans y ejecutivos de bancos y consorcios multinacionales que se sientan en el Consenso de Washington y se reparten el planeta como si fuera un pastel.

Ni la izquierda ni la derecha partidaria hablan de este poder «totalizado» por la sencilla razón de que ambas están fusionadas (a modo de alternativas falsamente enfrentadas) a los programas y estrategias del capitalismo trasnacional que controla el planeta.

Por lo tanto, y mientras no se articule un nuevo sistema de comprensión estratégica (una «tercera posición» revolucionaria del saber y el conocimiento) el poder mundial que controla el planeta seguirá perpetuándose en las falsas opciones de «izquierda» y «derecha».

Y el lobby judío de «derecha» de los republicanos conservadores seguirá sucediendo al lobby judío «de izquierda» de los demócratas liberales en una continuidad estratégica de las mismas líneas rectoras del Imperio sionista mundial.

Y las masacres del Estado de Israel seguirán, como hasta ahora, impunes y protegidas por las estructuras del sistema de poder mundial sionista capitalista que lo considera como su «patria territorial».

compartir esta

Manuel Freytas

Manuel Freytas es periodista, investigador, analista de estructuras del poder, especialista en inteligencia y comunicación estratégica

Fuente: http://www.voltairenet.org/article165990.html

domingo, 6 de junio de 2010

Conmemoración, festejo sinvergüenza

Un encuentro casual

Acababa de bajarme del colectivo, mejor dicho me bajaron, y para peor una parada antes, estos micros o son muy chicos, o viaja mucha gente, en fin, terminé en el suelo.

Mientras me sacudía y acomodaba la ropa, descubro que la ropa era lo único que me quedaba, y claro, con tanto apretón, perdí documentos, billetera el reloj y hasta el pañuelo y los anteojos, entonces me dije ya resignado, pero con alegría; la verdad se nota como va creciendo el país, mientras disfrutaba de estos pensamientos me acordé que la semana pasada, se me quemó el auto.- seguro fué un cortocircuito, me dijo un señor mientras golpeaba con saña un bombo muy grande.

Y sí, si las cosas no se rompen la industria no camina, acá el crecimiento se nota, si no porque tanta gente en la calle y con tanta alegría.

Se nota… se nota… me decía a mi mismo, mientras se me aproximaba un señor, un tanto entrado en años, algo pálido, y con la mayor corrección me dice: disculpe usted caballero, resulta que estoy un poco desorientado y si es que no perdido.

Dígame, en que lo puedo ayudar ¿?

Yo ando buscando un pueblo, sucede que escucho a una dama, pronunciar su nombre, y ese nombre es una palabra muy cara a mis afectos, por eso quise darme una vuelta, para ver como andan las cosas, usted sabe, añoranzas viejas añoranzas.

En mis tiempos mozos, plantamos unas semillas que ya deben ser unos enormes quebrachos y algarrobos…

Abuelo, ya no quedan quebrachos ni algarrobos, eso si, algo que robar todavía queda, pero no se aflija, nosotros los argentinos siempre sabemos salir adelante, si no fíjese en la historia, no nos volvemos a caer, hasta habernos repuesto nuevamente, eso habla de nuestra fortaleza.-

Pero no muy bién de nuestra inteligencia, me decía mientras se ponía más pálido.

…Ese anciano me resultaba familiar, muy conocido, muy querido. General…Mi Generaaal…!!

Cuando lo quise abrazar, ya no estaba.

Nos dejó solos, cargando con nuestras decisiones, muy alejadas de su enseñanza.

Que excusas le daríamos si se nos presentara, cobardes nos llamaría, no supieron mantener a raya la mala hierba, la dejaron multiplicarse, y tarde se habrán dado cuenta que no da frutos.

A la herencia que les deje, solamente la podían perder los perezosos y los cobardes.

Doscientos años y todavía, en la edad del pavo.

sábado, 8 de mayo de 2010

Vidas sin Visa

El tiempo se detuvo quien sabe cuando, seres de carne y hueso, también humanos como nosotros, ¿contaminados?, sí también, pero de pestes diferentes e insalvables para ellos ante el muro de la indiferencia, hipocresías del mundo desarrollado, desarrollado al mas alto nivel en su codicia, que refugiado en su cinismo vierte lágrimas de cocodrilo.

Imagen ideal, representativa, y si se quiere una metáfora elocuente, de la maquinaria del mundo desarrollado en la antropofagia, versión moderna del canibalismo económico globalizado.

Este engranaje no puede estar ausente y talvez el reloj vuelva a marchar en ese sector del continente africano, al menos para unos pocos bien alimentados por el sistema, no así para la mayoría a la que semejante obscenidad no le aliviará sus padecimientos.

El desarrollo les provee tecnologías, auque no todas como podemos ver,… el techo de sus casas no soporta el peso de una antena satelital, y tampoco es cuestión de dejar a las vinchucas sin albergue.

Otras tecnologías a la que pueden acceder y sin sonrojos del desarrollo contribuyen a combatir el sida, y de paso el hambre, ese mismo que numerosas ONGs no alcanzan a palear.

Lo extraño es la falta de difusión de aquellas que evitan el tráfico de armas,…seguramente son cuestiones de comunicación nada más.

Es un mineral que desde 1998 hasta el 2003 contribuyó a que 3.800.000 personas no padecieran hambre nunca más, por lo que no cabe duda… el desarrollo les va llegando.

Solo es cuestión de tiempo, este niño tendrá que ser paciente, tiene que pensar que si el hombre llegó a la luna que está un poco lejos, su ayuda no tardará demasiado en llegar.

Tendrán el honor de ser anfitriones de la opulencia, y como bien saben que cuando un rico los visita,…siempre deja algo para que lo recuerden.

Eternas lágrimas amargas que habrá que enjugar cambiando el sistema, este pueblo está allí indicándonos el final del camino, de un camino que ya estamos recorriendo todos apañándolo.

El progreso deberá mostrarles a niños como este, que también tiene tripas, igual que el, aunque no lo parezca.

No necesitamos volvernos para saber que detrás nuestro está esperando un buitre, ese mismo que se alimenta de nuestra arrogancia.

El desarrollo de ultrasofisticados telescopios, brinda a la humanidad la posibilidad de encontrar vida en otros mundos, con los que poder compartir toda nuestra sabiduría.

Quizás se necesite de algún extraterrestre que nos ilumine diciéndonos que nos parecemos mucho; pero no a ellos sino más bien, a esa vela, que no es capaz de alumbrar su propio candelabro.



jueves, 6 de mayo de 2010

Las voces en off

Tiempo llegará en que se abstengan sabiamente de imaginar construcciones del mundo, y también de querer hacer la historia de la humanidad, tiempo en que se dejará de considerar a las masas, para volver a los individuos que forman una especie de puente sobre el río oscuro del porvenir, y no es que estos continúen un proceso histórico; por el contrario, viven fuera del tiempo, contemporáneos todos en cierto modo, gracias a la historia que permite tal concurso; viven como esa “república de los genios” de que hablaba Schopenhauer: un gigante llama a otro, y a través de los intervalos desiertos de las épocas, sin dejarse turbar por el barullo de los pigmeos que hormiguean a sus pies, continúan sus altivos coloquios espirituales.- (Nietzsche).

Cuando el torbellino de la vida nos sumerge en la angustia de la existencia, y nos transporta, en su caótica vorágine,- en esa tensión del alma en desgracia, en ese instante crucial y agónico, seremos rescatados del abismo por los otrora, atávicos ideales; hoy envejecidos.

En la búsqueda por satisfacer sin remordimientos los apetitos sensoriales, se nublan los sentidos
Se croníca desde, y para la superficie, cual espectador de caminos que como ajenos no reconoce, si mostrara los adentros, implicaría la posesión de los hitos, necesarios para el propio.

Todo tiene su costo, lo mas caro lo encontramos en lo inmaterial

Se huye de lo profundo, y por temer abismarse, se renuncia a la sustancia.

Se encuentra la ceguera de tanto mirarle la luz a un faro.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Separando los tantos

A la familia no la destruye la homosexualidad antes bien una “familia” homosexual resulta en autodestructiva, para si y para la especie humana.
La natural complementariedad de los sexos ha permitido la supervivencia del hombre sobre la tierra.
Toda interpretación de la función sexual contranatural debería ser entendida como una más de las tantas aberraciones, las que también son naturales y presentes a lo largo de la historia.
Otorgarle entidad jurídica a una unión entre individuos de un mismo sexo, no debería escandalizar a nadie, de la misma manera que no es causa de escándalo un contrato entre partes.
Creo que en esta discusión no se está separando la intención, la que corresponde sea diferenciada,- la una corresponde a la mera voluntad de unión para satisfacer los intereses de una naturaleza torcida, humana, y aceptada como un indiscutible derecho, y que no por ello, debemos alentar,- pero sí respetar.
La otra, expresa intereses que trascienden a la pareja misma, siendo esta una célula embrionaria básica, que al multiplicarse garantiza la supervivencia de la humanidad, incluyendo a los estadísticos ejemplos de los imponderables de la naturaleza.
Si hablamos de los sexos, es precisamente porque estos existen y son complementarios; cumplen una función específica, si hablamos de gustos,… estamos hablando de otra cosa.
Aún fuera de un contexto religioso, la utilización de la palabra Matrimonio en esta discusión ofende la esencia misma de esta Institución.

martes, 4 de mayo de 2010

Disparen sobre los blogs

Ezequiel Meler
Rebelión


En las últimas semanas, la palabra “blog” ha circulado de la mano de tremendas acusaciones, levantadas por un conocido matutino porteñoy por un ascendiente dirigente político, quienes, en distintos tonos, afirmaron de manera temeraria y sin ofrecer prueba a cambio, que existía una asociación de naturaleza económica entre los blogs políticos oficialistas y el Jefe de Gabinete.
No por reiterada la acusación aparece como menos grave: nuevamente, asistimos a un intento de devaluar la política, aquella que importa, a un asunto económico. Parece que tenemos vedado el acuerdo positivo y activo con el gobierno -en todo o en parte- por alguna clase de sentido común imperante que no concibe que, pese a todo, exista un oficialismo.
Desde siempre, el recurso al “vil metal” ha sido un medio de descalificar al adversario. Lo novedoso del caso argentino, en este caso, reside en la supuesta vulneración que la acción blogueril supondría respecto de la libertad de expresión como valor supremo a la vez que monopólico de las corporaciones multimedios.
Otro aspecto que se omite con frecuencia en el debate vernáculo estriba en la naturaleza internacional del fenómeno 2.0. Decisivos en las elecciones presidenciales de Corea 2002, de connotada participación en la carrera presidencial que coronó a Barack Obama al frente de los Estados Unidos en 2009, los blogs son parte de un fenómeno mundial que, hace ya tiempo, viene desafiando los canales establecidos de comunicación y las estructuras tradicionales de participación.
Y no es para menos. Porque, como dijo un célebre escritor, cualquier pelotudo puede tener uno. Esa es la magia de los blogs: en algún lugar y por alguna razón no conocida, hay alguien escribiendo, que sabe poner en palabras eso que vas pensando, a medida que lo pensás, sin intereses corporativos y en un lenguaje completamente llano y corriente.
Es curioso que quienes han visto en los blogs un elemento de amenaza no hayan podido explicar por qué razón la mayoría de los sitios más buscados, cuya información muchas veces es “levantada” luego por la prensa escrita tradicional, son administrados por personas que, en mayor o en menor medida, simpatizan con este gobierno.
No es motivo de este texto indagar por la razón inherente al fenómeno 2.0. en su vertiente oficialista. Es, sin embargo, tarea de todo lector que se precie preguntarse en manos de quién considera que estará más segura su libertad de expresión y su derecho a la libre información: si en las privilegiadas manos de un puñado de corporaciones globales altamente concentradas y diversificadas, o en manos de cualquiera que cuente con la capacidad de colgar un post cada tanto. Porque, a no confundirse, esa es la discusión de fondo.
Blog del autor: http://ezequielmeler.wordpress.com
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Envía esta noticia
Compartir esta noticia:

lunes, 12 de abril de 2010

Caudillos democráticos


El insomnio de Bolívar,
por Jorge Volpi, (
11 DE ABRIL DE 2010)
(pp. 110-117, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2009.)

Pregunta: además de ser o haber sido electos como presidentes de sus respectivos países, ¿en qué se parecen Hugo Chávez, Vicente Fox, Álvaro Uribe, Rafael Correa, Evo Morales, Martín Torrijos, Néstor y Cristina Kirchner y Daniel Ortega? Respuesta: fuera de las diferencias que han llegado a enfrentarlos, todos ellos comparten cierto estilo. Aunque sus seguidores jamás aceptarían reconocerlo –“¿quién osa comparar al fascista Uribe con el revolucionario Chávez”, “¿quién se atreve a unir al tiránico Chávez con el liberal Uribe?”- y estarían dispuestos a cualquier sacrificio con tal de borrar esa odiosa hermandad, todos estos líderes, al igual que otros que por muy poco han fracasado en las urnas como Ollanta Humala o Andrés Manuel López Obrador, poseen la misma propensión al populismo, los mismos tics mesiánicos, la misma tentación salvadora y, sobre todo, la misma íntima desconfianza hacia las reglas democráticas. En mayor o menor medida, unos y otros se han presentado ante su público en el papel que la sociedad del espectáculo exige sin falta a los líderes contemporáneos outsiders, descastados, rebeldes que se enfrentan al estamento tradicional dominado por la ineficacia, la corrupción y el amiguismo.

Para tener alguna posibilidad de triunfo en nuestra época, un político no puede parecer un político. Ante el acelerado descrédito que la democracia ha sufrido en América Latina –un proceso que no ha durado 10 años y, en casos como el mexicano, ni siquiera seis-, quienes aspiran a convertirse en gobernantes deben revelarse como implacables críticos del sistema, renovadores absolutos, self-made men que, sólo gracias a su talento y energía individuales, han logrado abrirse paso en el fango de la vida pública. A fin de probar su insumisión, hasta los dirigentes más conservadores se apropian del discurso revolucionario: basta escuchar las invectivas de Álvaro Uribe o incluso de Felipe Calderón para constatar este saqueo del viejo romanticismo de las izquierdas. “La política está podrida, se ha vuelto coto exclusivo de hienas y chacales –repiten una y otra vez-, y sólo yo, el hijo rebelde, el insobornable, el inconforme, seré capaz de salvar a una patria de esos monstruos”. Poco importa que el héroe en turno haya pasado la mitad de su vida medrando en las estructuras que ahora ataca o que posea vínculos de sangre con los personajes que hoy desprecia; para ganar las elecciones, sus asesores necesitan reescribir su biografía a fin de mostrarlo incontaminado, puro, al margen de esa bazofia que los ciudadanos tanto aborrecen: la política. En campaña, incluso los candidatos de los partidos en el gobierno se ven obligados a abjurar de su pasado, de sus protectores y colegas, para disponer de una mínima credibilidad como abanderados del cambio: la palabra mágica que ningún líder, ni siquiera el más conservador, puede dejar de pronunciar. ¿Cambio hacia dónde? No importa: lo relevante es fingir un rompimiento con el statu quo, dejar claro que no se es cómplice de las componendas y corruptelas previas, que se es libre de ataduras, por más que subrepticiamente hasta los candidatos más radicales establezcan acuerdos con los empresarios, el ejército y la Iglesia, o incluso con distintos grupos criminales.

El descrédito de la política acarrea el inevitable descrédito de la democracia: si el sistema no funciona, si las desigualdades no se limitan, si el país se mantiene en la ruina o no crece lo suficiente, si perseveran el crimen y la impunidad, no es culpa de la ineficacia de los funcionarios, sino del sistema en su conjunto. La democracia queda exhibida entonces como un régimen disminuido, incapaz de ofrecer al líder los instrumentos que le permitan tomar decisiones drásticas para remediar las taras de la nación. La guerra hacia la política corrupta que enarbolan los nuevos caudillos democráticos (aclaro que uso el término en sentido negativo, sin la ambigüedad de Vargas Llosa al referirse a Berlusconi) se convierte en una guerra contra la democracia: “Si no soy capaz de cumplir mis promesas, si no logro atajar la inseguridad, si no consigo acelerar el crecimiento, si no disminuyo la inequidad, es porque el congreso o la ley o los jueces me atan de manos, porque los derechos individuales protegen a los delincuentes, porque las torpes normas del antiguo régimen me impiden tomar medidas contundentes”. ¿Y quiénes son las rémoras que impiden la transformación prometida por el nuevo caudillo? Los otros políticos, por supuesto. Y en particular quienes medran en las sucias aguas de los otros poderes estatales: representantes populares y magistrados. Los ataques contra los corruptos o abúlicos miembros de los poderes legislativo y judicial resultan tan frecuentes como previsibles: son ellos quienes atajan la capacidad de acción del caudillo democrático y lo condenan a la parálisis. Principal objetivo al llegar a la presidencia: sanear el poder judicial –lo cual casi siempre significa atajar su independencia- y echarle la culpa de todos los males a los primitivos, antipatrióticos y gansteriles miembros del legislativo. Si bien es justo admitir que los caudillos suelen acertar en su diagnóstico –incontables jueces se caracterizan por su venalidad y la calidad moral de diputados y senadores en general es deplorable-, sus ataques minan el balance entre los distintos órdenes del Estado. (En casos como el mexicano ocurre lo inverso: es el congreso, desprovisto de una mayoría clara, quien boicotea las iniciativas del presidente.).

No resulta extraño, pues, que los caudillos democráticos inviertan toda su energía en lograr la aprobación de leyes que amplíen sus facultades y disminuyan el poder de los tribunales y el congreso: los proyectos constitucionales de Chávez, Correa o Morales, al igual que la reforma constitucional que permitió la reelección de Uribe, comprueban esta tesis. Da igual si el líder es de izquierda o de derecha –términos que resultan cada vez más irrelevantes-: la crisis económica, la seguridad nacional o la lucha contra el narcotráfico serán invocadas una y otra vez para justificar los asaltos a la legalidad. Comprados o diezmados, jueces y legisladores extravían sus facultades, se supeditan a los deseos del caudillo y se transforman en comparsas. El diorama democrático se mantiene para evitar las acusaciones de autoritarismo, aunque en la práctica el equilibrio de poderes se reduzca al mínimo. Gracias a este tipo de maniobras, el caudillo evita rendir cuentas a través de las vías institucionales y puede consagrarse, en cambio, a seducir a su público.

Las herramientas básicas para evaluar su trabajo no son los votos o las comparecencias ante los parlamentarios, sino las encuestas y sondeos de opinión: la popularidad inmediata, evaluada día a día y a veces hora con hora como la audiencia de una telenovela, se vuelve la única forma de medir su tarea de gobierno. Las acciones a largo plazo, los planes estratégicos o la cuenta de resultados dejan de interesarle: el caudillo democrático no trabaja para la Historia –y menos en una época de memoria tan corta-, sino para el aplauso y la celebridad instantáneos. Igual que los productores televisivos con sus guionistas, sus asesores de imagen lo obligan a alterar sus decisiones sobre la marcha para conservar o aumentar su nivel de aprobación. Más que como político –profesión turbia y detestable-, el caudillo democrático se asume como estrella pop: su vida privada se torna tan visible como su proceder público y llega a definir su agenda; sus discursos no pretenden convencer a los ciudadanos o informarlos sobre sus decisiones, sino inflamarlos con su efusividad, conmoverlos con sus vicisitudes o escandalizarlos con sus chistes y salidas de tono; sus apariciones públicas se alejan de los recintos oficiales y en especial de los lugares donde su imagen puede quedar lastimada –el congreso o las entrevistas con la prensa crítica-, y se concentran en la radio y la televisión, de preferencia en talk shows con periodistas de espectáculos; y, en última instancia, el líder se atreve a conducir su propia stand-up comedy, como Chávez o Fox. El caudillo democrático se aleja de las Cámaras y se rinde ante las cámaras.

La sociedad del espectáculo se pliega sobre sí misma: el gobierno no sólo se adecua a las reglas del show Business, sino que se confunde con él. Big Brother –y no, como se suponía décadas atrás, Big Brother- es el paradigma de la política moderna: el presidente, sus ministros, diputados, senadores, jueces y alcaldes son televisados en vivo, sin tregua, a todas horas; cuanto tienen algo importante que decir, imitan las confesiones de los participantes del reality show frente al diván (el viejo recurso escénico del “aparte”) o se decantan por las filtraciones a la prensa; los más aburridos o antipáticos –no necesariamente los peores-, son expulsados de sus puestos debido a sus malos resultados en las encuestas, y al final gana quien mejor ha resistido los ataques y se ha hecho más carismático a ojos de los televidentes (o, si se quiere destruir a un rival, basta con grabarlo en una maniobra turbia y enviar el vídeo, anónimamente, a una televisora o a un programa de radio). Aun cuando este fenómeno se reproduce en todas partes, en pocos sitios se ha vuelto tan acusado como en América Latina, acaso por el temple locuaz y bullanguero de nuestros líderes.

El show del caudillo democrático concede un gigantesco poder a los medios electrónicos y en particular a la industria televisiva. La caja idiota se disfraza de caja democrática: el único contacto que la mayor parte de la población tiene con sus dirigentes. Fuera de los pocos ciudadanos que leen periódicos, revistas y libros en América Latina –un porcentaje ridículo-, el resto no tiene otra posibilidad de mantenerse informado sobre las acciones y resultados del gobierno si no es a través de los noticieros. Mientras la radio e Internet permanecen como espacios para la diversidad de opiniones, la televisión se presenta como espejo de la realidad política: el traslado inmediato de los hechos, en directo, a la comodidad del hogar. Por ello, el caudillo democrático se ve obligado a pactar con los dueños de las empresas mediáticas, las únicas que pueden garantizarle popularidad, y, como una estrella de culebrón, firma cláusulas secretas para que los productores resalten sus mejores ángulos (y escondan sus defectos).

En medio del capitalismo feroz que impera en América Latina, la democracia se revela entonces como un gigantesco negocio para los medios: los gobiernos centrales y locales invierten millones de dólares en promover sus acciones –o de plano la imagen de ciertas figuras-, y cada temporada electoral anuncia una época de jauja para las cadenas de radio y televisión. En los lugares donde no está reglamentada la transferencia de dinero público a estas empresas, las pantallas se ven inundadas con una infinita variedad de spots políticos: a mayor inversión, mayores posibilidades de victoria. Cualquier candidato que se atreva a desafiar este sistema queda condenado al fracaso: la amplificación electrónica de sus virtudes y defectos, reales o imaginarios, puede determinar el futuro de su carrera. (En México, una reforma reciente intentó arrebatar este poder a las televisoras, prohibiendo la contratación de tiempo aire por parte de particulares y partidos para promover a un candidato. El resultado ha sido, por el momento, caótico: el Instituto Federal Electoral se ha convertido en una central de pautas publicitarias, los televidentes han recibido miles de insulsos spots a todas horas y las grandes televisoras han explorado todos los resquicios de la ley para burlarse de las autoridades electorales.).

La pelea frontal con una televisora puede ser la peor pesadilla para un caudillo democrático: de allí los invariables intentos por seducirlas, chantajearlas, amenazarlas o, en última instancia, expropiarlas. Unos ejemplos. Más allá de las acusaciones de fraude enarboladas por López Obrador en 2006, no cabe duda de que los arteros ataques en su contra, donde se le presentaba como un émulo de Hugo Chávez, reproducidos una y otra vez en la televisión mexicana –y pagados por un grupo de empresarios de derechas- acabaron con la ventaja que le otorgaban los sondeos. En el otro extremo, la drástica cancelación de la concesión de la cadena RCTV ordenada por Hugo Chávez –el cual por supuesto no se ha preocupado por volver a licitarla- demuestra su temor frente a la única oposición capaz de amenazarlo.

Los vínculos de los nuevos caudillos con la industria mediática constituyen uno de los mayores peligros para la democracia en América Latina: destruyen el equilibrio de poderes y anulan la posibilidad que los dirigentes rindan cuentas de sus actos. Arropado por su popularidad –es decir, el cobijo de los medios-, el caudillo democrático acumula un poder anómalo que no puede ser limitado a través de mecanismos institucionales. El show Business desfigura la política: presenta la democracia como una telenovela y los gobernantes como héroes o villanos según la lógica del ratings y las tarifas comerciales. Poco importa que la gestión del gobernante sea aprobada por la mayor parte de la población –el primer Chávez o el último Uribe-: la falta de cotos al poder personal siempre constituye una grave amenaza para las libertades cívicas.

Decálogo del caudillo democrático

1.- Utilizar la palabra democracia en toda ocasión, cada vez que sea posible, machaconamente, sin importarle las medidas que adopte.
2.- Utilizar la palabra cambio en toda ocasión, cada vez que sea posible, machaconamente, sin importar las medidas que adopte.
3.- Acusar a todos los adversarios como “antidemocráticos”.
4.- Presentarse como una persona normal, capaz de entender los problemas de la gente, nunca como un político profesional (por más que haya pasado los últimos veinte años en la política) y emplear siempre un lenguaje coloquial (de preferencia trufado con palabras altisonantes, frases populares y dobles sentidos).
5.- Vituperar una y otra vez la política y a los políticos y denunciar con violencia las prácticas corruptas del antiguo régimen (aunque se haya formado parte de él).
6.- Hablar despectivamente de “lo que se decide” en México, o en Lima, o en La Paz, o en Buenos Aires, o en Bogotá, o en Washington, o en cualquier otra capital.
7.- Arremeter con los privilegios de los ricos (aunque en secreto se pacte con ellos), defender la soberanía en contra de los espurios intereses extranjeros (mientras se hacen negocios con toda clase de empresas transnacionales); y señalar, de vez en cuando, algún intento golpista diseñado para detener el cambio.
8.- Presentarse como la única persona en el universo capaz de combatir el crimen y acabar con la impunidad (pese a pactar en secreto con distintos grupos criminales o proteger a sus subordinados aunque conozca sus actos delictivos).
9.- Mandar al diablo a las instituciones y señalar su complicidad con los enemigos de la democracia.
10.- Prometer un nuevo orden legal que por fin recogerá la voluntad democrática de la nación (aunque en realidad sólo busca acrecentar el propio poder) y de preferencia exigir la aprobación de un nuevo texto constitucional.